martes, 30 de diciembre de 2008

El hombre debe ser el pastor del mundo:



su misión no es someterlo, sino cuidarlo. Como el pastor y su rebaño, son inseparables. Lo que le ocurre a uno afecta al otro: la deforestación indiscriminada nos mutila; cada derrame de petróleo nos envenena; todo lo que contamina la atmósfera nos asfixia. Si nuestra herencia es el desierto, habremos fracasado como especie y traicionado nuestro destino. El pastor se habrá convertido en lobo: un lobo que terminará devorándose a sí mismo/Grupo Escombros