del siglo XX, como lucha contra el pasado y como conquista del porvenir.
Sería muy largo demostrar aquí por qué los anarquistas son los que más fieles se han conservado, en la letra y en el espíritu, a la tradición y a las ideas del socialismo de la primera Internacional. Cuando, haciendo abstracción de la práctica del momento, la Internacional quiere anticipar el porvenir y dar un objetivo finalista a sus luchas, levantarse hacia un programa ideal, ese programa fue anárquico tanto en las deliberaciones de sus congresos como en las afirmaciones de sus más celebres exponentes: de Marx a Bakunin, de Reclus a Engels, de Blanqui a Malon, de Cafiero a De Paepe, a Costa, a Brouse, a Guesde, etc., etc.
Algunos cambiaron o precisaron luego en sentido diverso sus ideas; pero al principio, en su origen, todos, aunque fuera por breves instantes, estuvieron concordes en afirmar la finalidad anárquica del movimiento socialista.
Sería muy largo demostrar aquí por qué los anarquistas son los que más fieles se han conservado, en la letra y en el espíritu, a la tradición y a las ideas del socialismo de la primera Internacional. Cuando, haciendo abstracción de la práctica del momento, la Internacional quiere anticipar el porvenir y dar un objetivo finalista a sus luchas, levantarse hacia un programa ideal, ese programa fue anárquico tanto en las deliberaciones de sus congresos como en las afirmaciones de sus más celebres exponentes: de Marx a Bakunin, de Reclus a Engels, de Blanqui a Malon, de Cafiero a De Paepe, a Costa, a Brouse, a Guesde, etc., etc.
Algunos cambiaron o precisaron luego en sentido diverso sus ideas; pero al principio, en su origen, todos, aunque fuera por breves instantes, estuvieron concordes en afirmar la finalidad anárquica del movimiento socialista.
/Luigi Fabbri